Dónde
quedó la astucia.
Esta tarde mientras meditaba
sobre la importancia de saber envejecer, me di cuenta que desde que inicié mi
apostolado en radio y prensa me retiré de los círculos sociales. Por eso ahora
cuando tengo oportunidad de departir, las charlas me resultan sumamente
interesantes, sobre todo porque me colocan de nuevo en circulación. Pero lo que
me conmueve son los relatos de las abuelas, las que aseguran ser muy felices
con las gracias de sus pequeños nietos y los logros de los mayores, aunque les
desconcierta el estilo peculiar cómo sus hijos viven hoy el matrimonio.
Dicen que algunos van por las
segundas o terceras nupcias, que ya conjugan los términos, míos, tuyos y
nuestros; otros vuelven a la soltería intentando en su egoísmo disminuir la
mensualidad de los niños, porque mantener a la ex está en desuso. Ellas en
cambio trabajan arduamente dentro y fuera de casa, pero exigen su derecho a
divertirse los fines de semana como les plazca. Viajan con amigos (as) se
visten bien y cuidan de su cuerpo. Las parejas más conservadoras (?) continúan
bajo el mismo techo pero no en la misma habitación, no se hablan ni se ayudan,
son indiferentes, los peques sufren en silencio. ¿Esperan a que uno de los dos
muera? ¿Acaso creen que así cumplen la promesa de “hasta que la muerte nos
separe”? Es cierto que al caminar en pareja surgen enfrentamientos, pero la
lucha no está en demostrar quién es más fuerte, violento o vengativo, sino
quién es más cristiano. Sin lugar a dudas la falta de fe conduce a la
egolatría, a la falsedad, a la mezquindad.
Antes, cuando se decía que la
mujer debía ser astuta como la serpiente, no se pensaba en la serpiente que
tentó a Eva en el paraíso porque en esa, entró Satanás. Se habla de astucia cuando la inteligencia se pone al
servicio del amor y del bien. Los egipcios solían representar a la prudencia
como una serpiente con tres cabezas (de león, de lobo y de perro). Se decía que
una persona era prudente cuando tenía la astucia de las serpientes, la fuerza
de los leones, la rapidez de los lobos y la paciencia de los perros.
La podredumbre de las
telenovelas contamina cada vez más a los hogares, son desalentadoras. La mujer
ya no es el símbolo sexual que atrae a
los hombres, ahora es una buscadora de placer que gustosa acepta que se le use
y deseche. Ya no honra a sus padres ni a su familia, los avergüenza y destruye
interiormente. Su papel de seductora le exige parecer siempre fresca y
dispuesta, mensajes subliminales que afectan la mente femenina, adormecen sus
sentidos y anulan su capacidad de astucia. Ya no sabe como retener a un hombre,
qué hacer para que la respete, la ame, la necesite, la extrañe.
Por eso cuando veo a una
mujer simpática no muy bella, con una figura poco esbelta, con un modesto
atavío, que camina con mucho garbo tomada de la mano de su pareja, sonriente,
cariñosa, seguida por un par de chiquillos; pienso que esa mujer es astuta como
la serpiente de los egipcios y ha sabido emplear su inteligencia, para
conservar su dignidad y su matrimonio hasta el final de sus días.
Antonieta B. de De Hoyos febrero
21/15.
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