¿Y el bullying musical?
Con motivo del día de las
madres el Ayuntamiento de Piedras Negras, decidió celebrarlas trayendo para su
diversión a la cantante Paquita la del Barrio. El punto de reunión fue la Gran
Plaza. Como era de esperarse miles de mujeres y algunos cientos de hombres
llegaron puntualmente a la cita. Su presentación fue un éxito rotundo, los
asistentes rieron a carcajadas con la irrespetuosa letra de sus canciones.
Por otro lado, la nota
periodística sobresaliente en todo el país durante la presente semana ha sido
el bullying,
agresión muy de moda entre los estudiantes de primaria y secundaria, los que en
su juego perverso de palabras ofensivas y empujones, pierden la noción de las
consecuencias, llegando a romper huesos y hasta quitar la vida al acosado.
Intentando encontrar el
origen de tanta agresión en la sociedad, recordé la presentación de Paquita.
Esta señora con sus canciones ofende, discrimina, minimiza, ridiculiza,
desprecia y humilla al varón; es un bullying musicalizado. En su sátira
deja al descubierto problemas íntimos de pareja, deficiencias, impotencias,
honorabilidad, virilidad; sugerencias todas que incitan a la violencia.
Yo me pregunto: ¿Qué pasaría
si este próximo día del Padre el Ayuntamiento trajera para celebrarlo, a un
cantante que apoyado en el sarcasmo sacara a relucir algunos de los defectos
femeninos como: la gula, la ineptitud, la frigidez, el sobrepeso, la celulitis,
las varices, los frecuentes dolores de cabeza, el rostro sin maquillar, las
cremas nocturnas anti arrugas y la clásica bata mata pasiones sin faja?
Parece cosa de risa… ¡pero no
lo es! Esta suposición obliga a la reflexión, a recobrar el respeto, la
privacidad, la consideración, la discreción en la pareja. Sobre todo a tener
bien claro que el sexo es parte de la vida, pero no la rige; que existen otros
momentos que se viven con tal ímpetu, que el amor se siente sin tocarse. A
veces basta una mirada, una sonrisa, una caricia, el servir con alegría, el
comprender al otro, el dar apoyo en el
instante preciso. Estos son momentos mágicos que hacen latir dos corazones al
unísono, con la misma intensidad que cuando en la intimidad se llega al
éxtasis.
La paz debe regresar a los
hogares y la tienen que disfrutar los hijos. Ya basta de alejamientos,
groserías, soledades y divorcios. Es hora de dejar de lado frivolidades y
prepotencias, escuchemos canciones que glorifiquen al amor y desechemos las que
exaltan los instintos. Regresemos a la esencia, a la entrega, al perdón, al
olvido, recuperemos ese brillo en la mirada de los enamorados y enlacemos
nuestras manos.
Alguien dijo: “A lo largo de la juventud pensamos amar,
pero solo cuando hemos envejecido en compañía del otro, conocemos la fuerza del
amor”. Esto es lo que nuestros hijos deben vivir en casa, necesitan cargar
su espíritu con el amor de sus padres para no caer en el despreciable bullying.
Por Antonieta B. de De
Hoyos 5/31/14
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