La
lealtad, un valor olvidado.
De verdad que aterra la
manera como se comportan algunos políticos, funcionarios públicos y empresarios
en la actualidad; conductas deshonestas que llegamos a conocer, cuando no se
ponen de acuerdo con los medios. Siempre ha habido sinvergüenzas, mal nacidos
como se decía antes, lo peligroso es que están proliferando, casi podría
asegurar que hoy superan la media. Es cierto que no estamos de acuerdo, pero
con nuestra indiferencia dejamos espacio para que los más jóvenes vean como
natural la bajeza y la corrupción. Enriquecerse a costa de la pobreza de otros
es una ruindad, que no perdona Dios.
¿Que sucedió? ¿Por qué cundió
esta falta de ética personal? Vayamos directo al lugar donde se fabrican los
nuevos ciudadanos: el hogar.
Pero antes definamos lo que
significa la lealtad. Este es uno de los valores sociales que ayuda a tener
conciencia de los actos y decisiones que tomamos cada día. Lealtad es defender
siempre, en la pobreza y en la riqueza, lo que creemos y en quienes
creemos. Cuando se practica la lealtad
las personas hablan con absoluta sinceridad, lo que permite reconocer aciertos,
errores y dejar al descubierto los actos de deslealtad.
Para poder ejercerla se debe
ser firme en las ideas, compromisos, valores o instituciones, conducta que debe
infundirse desde los primeros años de vida. La persona leal inspira confianza a
través de sus actos, porque en ellos hay congruencia, hace lo que dice, la
falsedad y el ardid no están en su vocabulario.
La credibilidad, la
constancia y el dar seguridad, jamás se ponen en duda, son parte de los hábitos
nobles. Comportarse de acuerdo a la ética es primordial en las personas leales,
ellas valoran en mucho la palabra empeñada, el compromiso y la promesa, igual
que como lo hacían nuestros antepasados.
No podemos seguir en la
tolerancia de lo intolerable, urge reorientar a la sociedad, tenemos que
infundir en nuestros hijos lo benéfico que es para la salud física, mental y
espiritual el vivir la virtud de la lealtad. El mundo de la política y los
negocios, se desboronan por la deslealtad que les ha invadido. Reavivemos ese
compromiso de lealtad que debe existir dentro de la familia, proceder que dará
buenos frutos a la sociedad.
La lealtad hay que
practicarla con los amigos, compañeros de escuela, de equipo. Cuando se es
sincero, generoso, honrado, participativo, nuestra vida adquiere un concepto
más elevado, muy por encima de las cosas que nos puede dar el acumular dinero.
La deslealtad y la traición
son anti-valores que han cundido en la sociedad por descuido, por eso hoy
existe la posibilidad de retomar la sanción estipulada en la Constitución, para
los cada vez mas frecuentes traidores a la patria.
Antonieta B. de De Hoyos Abril 5/14
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