Es hora
de regresarnos.
Hace unos días leí una frase
que me impresionó tanto, que hoy la tomé
como parte de este artículo, dice así: “Por más lejos que hayas llegado en el
camino equivocado, regrésate.” Este sabio mensaje me condujo a la reflexión, a
recordar las veces en las que caminamos entre placeres, sin importarnos el daño
que hacemos a los demás con nuestro ejemplo.
De acuerdo con las más
recientes investigaciones, la violencia se origina dentro del hogar y no en
las calles, y ésta va en aumento en la
medida que los medios de comunicación como la televisión y la radio los invade. Tengo meses intentando ver en la
“tele” una buena película, un buen programa de diversión en el que la
violencia, el lenguaje soez, las escenas eróticas o el crimen no estén
presentes y no lo he logrado. Hasta en los espacios más inocentes donde a los
niños se les obliga competir, se percibe el abuso y la indiferencia hacia sus
derechos humanos.
Si nos vamos a la radio, sucede
lo mismo, la ganancia económica y el rating están por encima de la ética y el
servicio al prójimo. Escuchamos un lenguaje agresivo, unos mensajes que incitan
a la bebida, a la práctica sexual irresponsable, a la homosexualidad, a la
codicia; canciones, reportajes y entrevistas llevan el mismo tono.
Hoy vivimos en la
incoherencia, queremos ser mejores personas y vivir en un ambiente apacible,
pero al mismo tiempo rompemos con todas las reglas de cortesía, con tradiciones
y principios religiosos. La insensibilidad es sinónimo de éxito y lo incorrecto
es aceptado.
A mi parecer, lo primordial
es cambiar la visión que tenemos respecto a modernidad y comportamiento.
Observar detenidamente en el qué y el cómo se nos está comunicando. Exigir
calidad moral en las trasmisiones, no se trata de mojigaterías, sino de
regresar a la buena educación, al bien decir, al bien actuar, al bien pensar, a
encontrar de nuevo la diferencia entre el bien y el mal y a optar por el
primero.
Los crímenes se multiplican,
el llanto de las madres no cesa, los valores humanos son poco conocidos, los
hijos crecen inmersos en la desinformación que les llega, en las aulas el
ausentismo aumenta, la ignorancia se generaliza, los instintos rigen y los
sentimientos callan.
Los poderosos, los que
manejan la economía mundial, los que están por encima de los gobernantes de las
naciones, pugnan por la ignorancia globalizada, esa es el arma que tienen para
manipular y exterminar a las masas, inclusive la clase media y alta.
Es preciso detenernos y
regresar a la vida buena, que el conductor o comunicador asuma su
responsabilidad, que se prepare, pula su
lenguaje y se de cuenta de lo que propone, pues de ello dependerá en gran
parte, la felicidad o la desgracia en la cotidianidad de su audiencia.
Antonieta B. de De
Hoyos Febrero 1/14
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