lunes, 3 de febrero de 2014


Es hora de regresarnos. 

Hace unos días leí una frase que me impresionó tanto, que hoy  la tomé como parte de este artículo, dice así: “Por más lejos que hayas llegado en el camino equivocado, regrésate.” Este sabio mensaje me condujo a la reflexión, a recordar las veces en las que caminamos entre placeres, sin importarnos el daño que hacemos a los demás con nuestro ejemplo.

De acuerdo con las más recientes investigaciones, la violencia se origina dentro del hogar y no en las  calles, y ésta va en aumento en la medida que los medios de comunicación como la televisión y la radio los  invade. Tengo meses intentando ver en la “tele” una buena película, un buen programa de diversión en el que la violencia, el lenguaje soez, las escenas eróticas o el crimen no estén presentes y no lo he logrado. Hasta en los espacios más inocentes donde a los niños se les obliga competir, se percibe el abuso y la indiferencia hacia sus derechos humanos.

Si nos vamos a la radio, sucede lo mismo, la ganancia económica y el rating están por encima de la ética y el servicio al prójimo. Escuchamos un lenguaje agresivo, unos mensajes que incitan a la bebida, a la práctica sexual irresponsable, a la homosexualidad, a la codicia; canciones, reportajes y entrevistas llevan el mismo tono.   

Hoy vivimos en la incoherencia, queremos ser mejores personas y vivir en un ambiente apacible, pero al mismo tiempo rompemos con todas las reglas de cortesía, con tradiciones y principios religiosos. La insensibilidad es sinónimo de éxito y lo incorrecto es aceptado.

A mi parecer, lo primordial es cambiar la visión que tenemos respecto a modernidad y comportamiento. Observar detenidamente en el qué y el cómo se nos está comunicando. Exigir calidad moral en las trasmisiones, no se trata de mojigaterías, sino de regresar a la buena educación, al bien decir, al bien actuar, al bien pensar, a encontrar de nuevo la diferencia entre el bien y el mal y a optar por el primero.

Los crímenes se multiplican, el llanto de las madres no cesa, los valores humanos son poco conocidos, los hijos crecen inmersos en la desinformación que les llega, en las aulas el ausentismo aumenta, la ignorancia se generaliza, los instintos rigen y los sentimientos callan.

Los poderosos, los que manejan la economía mundial, los que están por encima de los gobernantes de las naciones, pugnan por la ignorancia globalizada, esa es el arma que tienen para manipular y exterminar a las masas, inclusive la clase media y alta.

Es preciso detenernos y regresar a la vida buena, que el conductor o comunicador asuma su responsabilidad,  que se prepare, pula su lenguaje y se de cuenta de lo que propone, pues de ello dependerá en gran parte, la felicidad o la desgracia en la cotidianidad de su audiencia.   

Antonieta B. de De Hoyos                   Febrero 1/14

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