Hay que
aprender de nuevo a amar.
Si puedo decirle a alguien te
amo, debo poder decir: amo a todos en ti, a través de ti amo al mundo, en ti me
amo también a mí mismo” (Erich Fromm) este pensamiento me recordó la palabra
hindú namaste, muy usada en yoga como saludo que significa:
Dios en mi ve y honra al Dios en ti.- Lo divino en mi saluda a lo divino en ti.
Lo que me llevó a reflexionar
sobre la manera como la sociedad actual se ha ido violentando, al proclamar un
concepto equivocado del amor. Hace poco tiempo en una encuesta realizada, se
pidió a cien personas de diferentes edades y de ambos sexos; dijeran tres
palabras que se les vinieran a la mente al escuchar la palabra amor. La mayoría
se refirió a la pareja, novio, esposo, sexo, hijos, enamorarse, pasión; solo un
mínimo porcentaje mencionó el espíritu de servicio y la felicidad.
Es este pobre y limitado
concepto del amor, lo que está destruyendo a nuestra sociedad: los ancianos
sufren soledad, los menores abusos, los bebés no nacen, los principios y
valores se relegan, la familia se desintegra alentada por los ya famosos
divorcios exprés.
“Sentir bonito, estar satisfecho”, nos lleva a considerar al amor
como una cosa, un sentimiento incontrolado, emocionante, que aparece y
desaparece por arte de magia. Es difícil amar por eso hay que aprender. Debemos
revalorar la vida, la vida en familia, la amistad, el amor a Dios, a la patria
a nuestros semejantes, ya que por ignorancia
muchos dedican toda su energía a acumular dinero, poder y casi nada a aprender
amar.
El alcohol, las drogas, el
sexo, las neurosis, las aventuras fugaces, psicosis, masoquismo, sumisión o
sadismo; llegan cuando no se vive el amor, sin pensar que muchos de los
mencionados problemas se solucionan gracias al amor. En el matrimonio cuando
las parejas se aceptan como son, (este es el secreto de los abuelos) aprenden a amarse y permanecen juntos hasta la
muerte.
Amar es una tarea extenuante,
es darse, dar de lo que se es, dar tiempo, pertenencias, conocimientos, sabiduría.
Cuando esto sucede, la persona se llena de gozo y como las buenas acciones se
regresan, se produce el milagro de dar vida a otros.
Al dar cambiamos la vida de
otro y nos unimos al otro. Cuidando, protegiendo, respetando y conociendo, es
como podremos disminuir tanta violencia social. Urge renovarnos a través de la
educación en el amor. No es posible que en las calles muera física o
espiritualmente tanta gente inocente por homicidio, accidentes, crímenes,
abusos sexuales y más, como si
estuviéramos dentro de una guerra.
Evitemos ver y escuchar cosas
que desaniman, necesitamos que las familias se integren de nuevo, encontrar
predicadores que muevan al bien a la sociedad con su ejemplo virtuoso,
esforzarnos por conservar el matrimonio, cuidar a los hijos, apoyar a la
pareja, hacer felices a los ancianos. Todo esto lo lograremos aprendiendo de
nuevo a amar como Dios nos lo pidió... “Ámense los unos a los otros como yo les he
amado”.
Por Antonieta B. de De
Hoyos
agosto 14/13
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