¿Qué tal si comenzamos
agradeciendo a Dios?
Quien no recuerda la
cantidad de veces que los padres nos obligaron a decir gracias al recibir algo, y la manera como esta acción
repetitiva se grabó para siempre en nuestra forma de ser. Años más tarde cuando
vimos que el resultado había sido bueno, muchos decidimos incluirla en la
educación de nuestros propios hijos. El por
favor y gracias, son palabras de cortesía que desde la antigüedad han hecho
la convivencia pacífica.
El ser malagradecido es
un defecto que denota una personalidad dura, mientras la acción de dar las
gracias es todo lo contrario, porque va ligada a las buenas costumbres y al ámbito religioso. Cuando la psicología
decidió estudiar esta forma de ser, descubrió que las relaciones
interpersonales mejoraban y el bienestar se acrecentaba.
Por esa razón la
gratitud fue catalogada por la misma psicología, como una emoción positiva que
al practicarla, eleva los niveles de felicidad y ayuda al buen dormir. La conocida
afirmación de que “el dinero no compra la felicidad” es la prueba de que aún y
cuando se satisfacen las necesidades básicas y se disfruta de una fortuna
personal, no siempre se goza de una estabilidad afectiva. Cuando se pregunta a
la gente que es lo más valioso que tienen en su vida, de inmediato responden
que la salud, la familia y el amor, lo que significa que no se es más feliz cuando
se tiene dinero.
Las personas
agradecidas sufren menos estrés, envidia y frustración, sentimientos perjudiciales
para la salud. Los agradecidos saben disfrutar el momento, el aquí y el ahora, y
reconocen la influencia benéfica que otros han tenido en su vida y en las cosas
que les pasan.
El que piensa que todo
sucede gracias a sus propios méritos, no es agradecido con quienes le aman, su
soberbia es tan grande que cree una obligación de los demás el servirle. Es
autosuficiente, arrogante, pero en los momentos difíciles voltea suplicando
ayuda. Los padres al reconocer las cualidades de sus hijos, logran que ellos
también las valoren en los demás, es así como aprenden a dar con facilidad y a recibir
agradeciendo. Necesitamos devolverle la humanidad al mundo.
Después de que leí este extenso artículo decidí sintetizarlo,
porque es apremiante en este tercer milenio educar en la sensibilidad, enseñar
a ser agradecidos. Millones de matrimonios alrededor del mundo se están
desintegrando por no saber agradecer el esfuerzo, lo que aporta la pareja, lo
que hace por ti y lo que ha mejorado tu vida. Lo bueno es que la gente se puede
“entrenar” para ser agradecida y el mejor ejemplo lo tenemos en los creyentes.
“Es de gente bien
nacida, el ser agradecida” decían los abuelos y vivían felices hasta iniciar el
camino hacia la eternidad. Desafortunadamente la ambición desmedida por tener y
parecer se introdujo en los hogares y contaminó con mayor fuerza a las mujeres;
retomar la mesura y el agradecimiento
apremia, pero por lo pronto podríamos comenzar ¡dando gracias a Dios!
Antonieta B. de De
Hoyos Sept. 13/14
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