viernes, 19 de septiembre de 2014


¿Qué tal si comenzamos agradeciendo a Dios?

Quien no recuerda la cantidad de veces que los padres nos obligaron a decir gracias al  recibir algo, y la manera como esta acción repetitiva se grabó para siempre en nuestra forma de ser. Años más tarde cuando vimos que el resultado había sido bueno, muchos decidimos incluirla en la educación de nuestros propios hijos. El por favor y gracias, son palabras de cortesía que desde la antigüedad han hecho la convivencia pacífica.

El ser malagradecido es un defecto que denota una personalidad dura, mientras la acción de dar las gracias es todo lo contrario, porque va ligada a las buenas costumbres  y al ámbito religioso. Cuando la psicología decidió estudiar esta forma de ser, descubrió que las relaciones interpersonales mejoraban y el bienestar se acrecentaba.

Por esa razón la gratitud fue catalogada por la misma psicología, como una emoción positiva que al practicarla, eleva los niveles de felicidad y ayuda al buen dormir. La conocida afirmación de que “el dinero no compra la felicidad” es la prueba de que aún y cuando se satisfacen las necesidades básicas y se disfruta de una fortuna personal, no siempre se goza de una estabilidad afectiva. Cuando se pregunta a la gente que es lo más valioso que tienen en su vida, de inmediato responden que la salud, la familia y el amor, lo que significa que no se es más feliz cuando se tiene dinero.

Las personas agradecidas sufren menos estrés, envidia y frustración, sentimientos perjudiciales para la salud. Los agradecidos saben disfrutar el momento, el aquí y el ahora, y reconocen la influencia benéfica que otros han tenido en su vida y en las cosas que les pasan.  

El que piensa que todo sucede gracias a sus propios méritos, no es agradecido con quienes le aman, su soberbia es tan grande que cree una obligación de los demás el servirle. Es autosuficiente, arrogante, pero en los momentos difíciles voltea suplicando ayuda. Los padres al reconocer las cualidades de sus hijos, logran que ellos también las valoren en los demás, es así como aprenden a dar con facilidad y a recibir agradeciendo. Necesitamos devolverle la humanidad al mundo.   

Después de que leí  este extenso artículo decidí sintetizarlo, porque es apremiante en este tercer milenio educar en la sensibilidad, enseñar a ser agradecidos. Millones de matrimonios alrededor del mundo se están desintegrando por no saber agradecer el esfuerzo, lo que aporta la pareja, lo que hace por ti y lo que ha mejorado tu vida. Lo bueno es que la gente se puede “entrenar” para ser agradecida y el mejor ejemplo lo  tenemos en los creyentes.

“Es de gente bien nacida, el ser agradecida” decían los abuelos y vivían felices hasta iniciar el camino hacia la eternidad. Desafortunadamente la ambición desmedida por tener y parecer se introdujo en los hogares y contaminó con mayor fuerza a las mujeres; retomar la mesura y el  agradecimiento apremia, pero por lo pronto podríamos comenzar ¡dando gracias a Dios!

Antonieta B. de De Hoyos                     Sept. 13/14

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