Individualismo
ambiental
¿Alguna vez se ha cuestionado
acerca del mundo en el que vivirán sus hijos y nietos? ¿Sabe la enorme
responsabilidad que se tiene en lo que se hace, o se deja de hacer?
Con todas las contingencias
que hemos venido sufriendo, provocadas por el cambio climático, no nos queda
otra, que aceptar que ese fenómeno pronosticado desde hace varias décadas, ya
está presente.
Intensas lluvias, depresiones
tropicales, huracanes, “Jerry” en formación y más de cinco en lista de espera
hasta que termine la temporada, nos ha obligado a despertar y a ver con mayor respeto una
realidad que jamás imaginamos, una problemática ambiental que nos guste o no,
debemos enfrentar.
Para superar esta dificultad,
lo primero es reconocer que como individuos somos parte esencial de una
sociedad que está obligada a cuidar el lugar donde habita, para después ofrecerlo
a las generaciones que vienen. Reconstruir no es fácil, mucho menos tratar de
hacerlo solos, por ello necesitamos
unirnos y organizarnos.
Según prestigiados investigadores,
el cambio climático es cíclico, desde tiempos ancestrales lo soporta el planeta
como única forma de regenerarse. Pero esta vez, la fuerza en su manifestación
se ha multiplicado, como respuesta al tremendo daño que los seres humanos hemos
perpetrado contra la naturaleza: la tala inmoderada de árboles, perforaciones sin
control en busca de combustibles, derrames de substancias nocivas en los mares,
daños y contaminación a la atmósfera y muchas aberraciones más.
Por otro lado tenemos la poca
preocupación y conciencia en los países del primer mundo hacia el cuidado del
medio ambiente, actitud negativa que impide contabilizar las graves
consecuencias que trae, este estilo de vida moderno y agresivo.
Niños, jóvenes y adultos no
se responsabilizarán de sus actos, mientras no incorporemos en el diario vivir,
a la práctica de la ética y la justicia. Por eso es necesario dejar atrás el
individualismo ambiental, darnos cuenta que por más esfuerzos que hagamos,
solos no podremos avanzar. Para recuperar lo
dañado debemos iniciarnos en el ambientalismo colectivo; sociedad,
gobiernos y familias unidos. Pensar y repensar si lo que hago es bueno para mí
y para otros, debe ser una consigna.
No es justo heredar un
planeta que pronto podría ser inhabitable, ni es ético olvidarnos de que somos
iguales, con derecho a disfrutar lo que Dios nos brinda en la naturaleza para subsistir: agua potable, plantas,
animales y un sitio seguro donde vivir.
Si nos esforzamos en cambiar
para bien, dejaremos de perder nuestro invaluable tiempo en corregir
equivocaciones; fundaremos casas, colonias y ciudades limpias, ordenadas, en
armonía, lo que redundará en una mejor calidad de vida, porque las acciones
correctas siempre producen bienestar y traen felicidad.
Antonieta
B. de De Hoyos.
Sep. 25/13
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