domingo, 13 de octubre de 2013


Individualismo ambiental

¿Alguna vez se ha cuestionado acerca del mundo en el que vivirán sus hijos y nietos? ¿Sabe la enorme responsabilidad que se tiene en lo que se hace, o se deja de hacer?

Con todas las contingencias que hemos venido sufriendo, provocadas por el cambio climático, no nos queda otra, que aceptar que ese fenómeno pronosticado desde hace varias décadas, ya está presente.

Intensas lluvias, depresiones tropicales, huracanes, “Jerry” en formación y más de cinco en lista de espera hasta que termine la temporada, nos ha obligado a  despertar y a ver con mayor respeto una realidad que jamás imaginamos, una problemática ambiental que nos guste o no, debemos enfrentar.

Para superar esta dificultad, lo primero es reconocer que como individuos somos parte esencial de una sociedad que está obligada a cuidar el lugar donde habita, para después ofrecerlo a las generaciones que vienen. Reconstruir no es fácil, mucho menos tratar de hacerlo solos, por ello  necesitamos unirnos y organizarnos.

Según prestigiados investigadores, el cambio climático es cíclico, desde tiempos ancestrales lo soporta el planeta como única forma de regenerarse. Pero esta vez, la fuerza en su manifestación se ha multiplicado, como respuesta al tremendo daño que los seres humanos hemos perpetrado contra la naturaleza: la tala inmoderada de árboles, perforaciones sin control en busca de combustibles, derrames de substancias nocivas en los mares, daños y contaminación a la atmósfera y muchas aberraciones más.   

Por otro lado tenemos la poca preocupación y conciencia en los países del primer mundo hacia el cuidado del medio ambiente, actitud negativa que impide contabilizar las graves consecuencias que trae, este estilo de vida moderno y agresivo.

Niños, jóvenes y adultos no se responsabilizarán de sus actos, mientras no incorporemos en el diario vivir, a la práctica de la ética y la justicia. Por eso es necesario dejar atrás el individualismo ambiental, darnos cuenta que por más esfuerzos que hagamos, solos no podremos avanzar. Para recuperar lo  dañado debemos iniciarnos en el ambientalismo colectivo; sociedad, gobiernos y familias unidos. Pensar y repensar si lo que hago es bueno para mí y para otros, debe ser una consigna.

No es justo heredar un planeta que pronto podría ser inhabitable, ni es ético olvidarnos de que somos iguales, con derecho a disfrutar lo que Dios nos brinda en la naturaleza  para subsistir: agua potable, plantas, animales y un sitio seguro donde vivir.

Si nos esforzamos en cambiar para bien, dejaremos de perder nuestro invaluable tiempo en corregir equivocaciones; fundaremos casas, colonias y ciudades limpias, ordenadas, en armonía, lo que redundará en una mejor calidad de vida, porque las acciones correctas siempre producen bienestar y traen felicidad. 

Antonieta B. de De Hoyos.                          Sep. 25/13

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