domingo, 13 de octubre de 2013


Es más fácil pero poco digno.

Leí la noticia y me dio tristeza. De nueva cuenta el gobierno interviene en la conducta sexual de adolescentes, jóvenes y adultos, esta vez no se trata de una persona recorriendo las calles en automóvil regalando condones a diestra y siniestra. Ahora la orden gubernamental va más allá, la meta es colocar máquinas expendedoras, dónde la gente en su mayoría varones, (eso espero) puedan recibirlos de manera gratuita.

Lo que llama mi atención son los lugares elegidos para colocar estos artefactos: escuelas preparatorias, secundarias y afuera de bares y cantinas, dejando una idea vaga que podríamos interpretar, como la forma más fácil de controlar actos instintivos nocivos, realizados por personas de escasa cultura, inexperta, o intoxicada por ingerir  alcohol y drogas.

Pero ¿por qué ese afán de regalar condones y de explicar a edad cada vez más temprana la manera en que heterosexuales u homosexuales practican el coito?  ¿Acaso no hay ninguna otra cosa más noble y productiva, en la que los ciudadanos puedan pensar?

Esta comprobado que los embarazos fuera de matrimonio han cundido, que las enfermedades de trasmisión sexual y el sida también, que muchos niños pululan por este mundo sin saber quiénes fueron sus padres, lo triste es que de acuerdo a estadísticas, hasta la  fecha  ninguna medida tomada por salubridad ha dado los resultados esperados.

Entonces ¿para qué sirve este movimiento “condonesco”? a simple vista solo para corromper la moral, las buenas costumbres y desintegrar aun más a la familia mexicana. Antes que la conservación del cuerpo y el aprender a evadir compromisos, lo que  debe preocuparnos es el alma de las personas, su estado de ánimo cuando se vuelve victima de la promiscuidad. No necesitaríamos de condones, si los padres hiciéramos conciencia de nuestra propia  moral, porque es la vida hogareña la que permite educar en la castidad, virtud que durante años fue la base de la formación integral de la familia. 

A mediados del siglo pasado, cuando la sociedad inició su declive, fue que la decencia, el pudor, la fidelidad y el temor de Dios, pasaron a ser conductas ridículas y anacrónicas. Hoy, el dar rienda suelta a los instintos es ser moderno, con la única condición de usar un forro de latex. Para los gobiernos y muchas familias, es más fácil regalar un condón que educar en la dignidad y en la fidelidad a la pareja.

El Creador en su infinita sabiduría, nos diferenció de los animales al dotarnos de inteligencia, juicio, intuición, discernimiento; talentos que los adultos a través de la educación, tenemos obligación de despertar en nuestros niños, para que cuando crezcan vivan como Dios manda y no dominados por sus instintos.

¿Por qué mi hija se embaraza? ¿Por qué mi hijo contrae sida? Porque no fortalecí su espíritu, lo crié en la debilidad, lo trate como a un animalito al que se le da techo y comida,  pero descuidé su alma.

Antonieta B. de De Hoyos                                           octubre 2/13

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