Es más
fácil pero poco digno.
Leí la noticia y me dio
tristeza. De nueva cuenta el gobierno interviene en la conducta sexual de
adolescentes, jóvenes y adultos, esta vez no se trata de una persona recorriendo
las calles en automóvil regalando condones a diestra y siniestra. Ahora la
orden gubernamental va más allá, la meta es colocar máquinas expendedoras,
dónde la gente en su mayoría varones, (eso espero) puedan recibirlos de manera
gratuita.
Lo que llama mi atención son los
lugares elegidos para colocar estos artefactos: escuelas preparatorias,
secundarias y afuera de bares y cantinas, dejando una idea vaga que podríamos
interpretar, como la forma más fácil de controlar actos instintivos nocivos,
realizados por personas de escasa cultura, inexperta, o intoxicada por
ingerir alcohol y drogas.
Pero ¿por qué ese afán de
regalar condones y de explicar a edad cada vez más temprana la manera en que
heterosexuales u homosexuales practican el coito? ¿Acaso no hay ninguna otra cosa más noble y productiva,
en la que los ciudadanos puedan pensar?
Esta comprobado que los
embarazos fuera de matrimonio han cundido, que las enfermedades de trasmisión
sexual y el sida también, que muchos niños pululan por este mundo sin saber
quiénes fueron sus padres, lo triste es que de acuerdo a estadísticas, hasta
la fecha
ninguna medida tomada por salubridad ha dado los resultados esperados.
Entonces ¿para qué sirve este
movimiento “condonesco”? a simple vista solo para corromper la moral, las
buenas costumbres y desintegrar aun más a la familia mexicana. Antes que la
conservación del cuerpo y el aprender a evadir compromisos, lo que debe preocuparnos es el alma de las personas,
su estado de ánimo cuando se vuelve victima de la promiscuidad. No necesitaríamos
de condones, si los padres hiciéramos conciencia de nuestra propia moral, porque es la vida hogareña la que
permite educar en la castidad, virtud que durante años fue la base de la
formación integral de la familia.
A mediados del siglo pasado,
cuando la sociedad inició su declive, fue que la decencia, el pudor, la
fidelidad y el temor de Dios, pasaron a ser conductas ridículas y anacrónicas. Hoy,
el dar rienda suelta a los instintos es ser moderno, con la única condición de
usar un forro de latex. Para los gobiernos y muchas familias, es más fácil
regalar un condón que educar en la dignidad y en la fidelidad a la pareja.
El Creador en su infinita
sabiduría, nos diferenció de los animales al dotarnos de inteligencia, juicio,
intuición, discernimiento; talentos que los adultos a través de la educación, tenemos
obligación de despertar en nuestros niños, para que cuando crezcan vivan como
Dios manda y no dominados por sus instintos.
¿Por qué mi hija se embaraza?
¿Por qué mi hijo contrae sida? Porque no fortalecí su espíritu, lo crié en la
debilidad, lo trate como a un animalito al que se le da techo y comida, pero descuidé su alma.
Antonieta B. de De Hoyos
octubre 2/13
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