viernes, 31 de mayo de 2013


Cinco de junio, día mundial del medio ambiente.

Fue a principios de la década de los sesenta, cuando los habitantes del planeta nos  empezamos a dar cuenta del tremendo daño ecológico que se estaba cometiendo. A partir de entonces, se inició la difusión de la cultura medioambiental a través de algunos medios de comunicación, mismos que informaban a la ciudadanía la manera despiadada como destruían la naturaleza y el hábitat de los pueblos, empresas transnacionales con la anuencia de mandatarios sin escrúpulos.

Muy a nuestro pesar, hemos tenido que aceptar que no tendremos salud individual, si no nos ocupamos de la salud ambiental, las graves consecuencias de contaminar el agua y el aire, ya las padecemos en enfermedades respiratorias: alergias, infecciones por bacterias y virus, etc. De poco servirá lo que hagamos en bien de la sociedad, si no ejecutamos acciones que beneficien la conservación del medio ambiente.

En la actualidad ya estamos bien informados, ya sabemos las medidas preventivas, lo  único que nos falta es la fuerza de voluntad para cambiar conductas y es aquí, donde  nos adentramos en el campo de la ética y nos involucramos de verdad, en las relaciones humanas a profundidad.

En los últimos cincuenta años el medio ambiente ha sido modificado por completo, al punto de poner en peligro la vida sobre la tierra; motivo suficiente para convertirse en una preocupación para la ética. Imposible negar que la mayoría de los problemas ambientales, están relacionados con la intervención impulsiva del hombre, y que estos tienen su origen en múltiples factores: económico, científico, tecnológico, político, jurídico y  lo social, en conjunto.

Es necesario tomar conciencia, darnos cuenta que tenemos que vivir de manera diferente, quizás con mayor sobriedad y aceptando el compromiso de cambiar, porque la vida de cada uno, incluyendo la de nuestros seres queridos está en juego.

Desgraciadamente mucha gente no quiere entender que la problemática ambiental existe, prefieren suponer que nada va a ocurrir a corto plazo ó, que a lo mejor no vivirán para verlo. Los jóvenes de la década de los sesenta nos dieron una gran lección, no estaban equivocados al oponerse al uso de Napalm en la guerra de Vietnam, ni al pedir en su movimiento hippie que se hiciera el amor y no la guerra, conflictos armados que desde entonces ha traído dolor y muerte. Vertidos de residuos contaminantes, accidentes nucleares en reactores civiles y transportes militares, envenenamientos farmacéuticos, derramamientos de petróleo y más, confirman la necesidad de revisar la política del desarrollo científico-tecnológico y su relación con la sociedad y la naturaleza.

La ética ambiental para el siglo XXI nos invita: a pensar, a luchar para que nuestros  recursos naturales no se agoten, a dejar de lado la pasividad y a colaborar con los gobiernos desde la trinchera de nuestro hogar. ¡Aun estamos a tiempo!             

Antonieta B. de De Hoyos             5/29/13

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