sábado, 14 de septiembre de 2013


Dios bendice a los buenos locutores.  

El catorce de septiembre es el día del locutor, y aunque existe el locutor de televisión el más laureado es el de la radio, probablemente porque él representa la magia de lo desconocido, la voz que conmueve, que subyuga, que enaltece.

Durante las primeras décadas de la radiodifusión, la presencia del locutor fue relevante para la sociedad, ahora en el mundo globalizado de las ideas su labor es preponderante.

La descomunal información y desinformación, frívola y desconcertante, que nos llega a través de todos los medios de comunicación, ha desestabilizado las creencias y tradiciones instituidas; motivo suficiente para que la gente sufra en su cotidianidad graves crisis existenciales.

Es en estos críticos estados de ánimo, cuando el locutor de cabina se convierte en confidente, oyendo con atención y ejerciendo la ética. El buen locutor no improvisa, se prepara, lee, investiga, cuida su lenguaje y evita a toda costa las palabras hirientes, ofensivas, violentas, todo lo que denigre su imagen y la de la empresa que representa. 

La corrupción, los vicios y la ambición desmedida se han colado hasta grabarse en la mente de  nuestros niños y adolescentes, que pueden contaminar si no se lucha contra ello, a las generaciones venideras única esperanza de un futuro mejor. Por eso necesitamos locutores jóvenes y adultos íntegros, de una calidad moral incorruptible, que jamás inciten a los inexpertos a los vicios y  la  violencia.

Todavía hasta hace algunos años, para desempeñarse como locutor de radio y televisión se necesitaba una licencia que acreditara la profesión, requisito que ha quedado en el olvido, ya que ahora basta con que el empresario envíe una carta a la Secretaría correspondiente, para que el solicitante haga uso del micrófono. He aquí el ¿por qué?, surgieron los improvisados, los que se limitan a ganar el pan, a hablar y divertir, pero que carecen de conocimientos, destrezas, vocación  y  espíritu de servicio.

La voz de la mujer y su feminidad desde siempre ha sido muy apreciada, lo malo es que por carecer de la licencia, estas bellas voces muchas veces se desperdician en  programaciones vanas de entretenimiento soez.

La grata noticia es que los buenos locutores van a la alza, son esos que llevan en su corazón la misión excelsa de comunicar, el deseo interior de descubrir y compartir la vida buena, la cultura y la palabra correcta. Ellos no mienten, son coherentes con lo que dicen en cabina y con lo que hacen fuera de ella, jamás se venden al mejor postor.

Cuando se une pensamiento, sentimiento y voz el ambiente es cautivador, son momentos en los que el auténtico locutor toca el alma del que le escucha con atención, anhelando elevar su espíritu. Cuando las palabras difunden los valores universales como el amor, el respeto, la paz, la dignidad, libertad, honor y la justicia, se convierten en caricias, en abrazos a la humanidad, que el buen locutor brinda al mundo desde su humilde cabina.                  

Antonieta B. de De Hoyos.         Sept.11/13.

 

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