Del
conocimiento a la impotencia.
Yo
no entiendo de estrategias políticas, lo único que sé y que he constatado al
paso de los años, es que los diferentes medios de comunicación han estado y
están de manera incondicional, al servicio de estas, así se obtengan de ellas
buenos, mediocres o malos resultados.
Por
eso, no me sorprendió que de unos meses a la fecha, se haya iniciado una
intensa campaña a nivel nacional, de difusión de reportajes y entrevistas a
políticos y funcionarios gubernamentales destacados, aludiendo el añejo tema de
la pobreza extrema en México.
Desde
que tengo uso de razón las estadísticas anuales la reconocen, por eso se
organizan brigadas federales, estatales y municipales que van a los lugares más
remotos del campo, del desierto y de las serranías, a ofrecer servicios de
salud, alimento, educación y otras bondades con el firme propósito de
disminuirla.
Hace
algunas décadas las cosas cambiaron, los gobiernos se olvidaron de favorecer al
campo, obligando a los campesinos, a emigrar junto con sus familias a las
grandes ciudades en busca de trabajo y comida. La pobreza antes situada en
regiones lejanas, se asentó en las orillas y a veces hasta en el mismo centro de
las poblaciones. Pronto se volvió común, ver mujeres con sus pequeños hijos
amarrados a sus espaldas vendiendo lo que fuera, y hombres ofrecerse como
jornaleros.
Dicen
los que saben, que la pobreza en el mundo no debe existir, que el planeta puede
sustentar a los 7 mil millones de habitantes y más, que el problema radica en
la mala distribución de la riqueza y en la proliferación de gobernantes,
políticos y empresarios, ultra ambiciosos.
Con
tristeza leo casi a diario, noticias que oprimen el alma y agrietan el corazón:
“Miles de personas, mujeres, niños y ancianos, mueren por hambre y enfermedad”;
“Las epidemias cunden como consecuencia de la falta de agua potable y
salubridad, en los lugares donde viven los más pobres de los pobres”; “Sufren
de abuso sexual cientos de víctimas del hambre”. Las malas noticias continúan
pero no pude seguir leyendo, la impotencia me paralizó.
Doy
vuelta a la página del periódico y leo lo mismo que en internet; “Líderes
Sindicales corruptos, familiares y protegidos despilfarran el dinero que no les
pertenece, a la vez que disfrutan privilegios que ni la realeza posee”;
“Políticos y legisladores dueños de mansiones, increíbles cuentas bancarias,
ranchos, viajes de placer, yates, etc. además de su jugoso salario”.
Dice
Albert Einstein: “El mundo no está en peligro por las malas personas, sino por
aquellas que permiten la maldad”. Si el delito de enriquecimiento inexplicable
esta a la vista, ¿Por qué los encargados de impartir justicia no procesan? Rezo
por los desvalidos pero también, por esos victimarios de cuello blanco que se
autocondenan al fuego eterno.
Antonieta
B. de De Hoyos 4/17/13.
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