Un bello mensaje en tiempos violentos.
Cuando
leí el artículo del Sacerdote Jesuita Ismael Bárcenas, de inmediato me llevó a
la reflexión y a la paz que tanto necesitaba, por eso decidí hacer de él una
pequeña adaptación.
Es
verdad que en el mundo existen muchas religiones, y que cada una tiene sus
ritos, historias y tradiciones heredadas, pero Dios es simplemente Dios, a
pesar de recibir diferentes nombres. Algunas veces la gente deposita su
confianza en santos, medallas, estampitas o novenas milagrosas, llegando
incluso a usarlos como amuletos. Pero, acaso por poseerlos, ¿somos mejores
personas?
Lo
primero que debemos hacer es revisar la imagen que tenemos de Dios. ¿Pensamos
acaso que es alguien que castiga, manda males, exige sacrificios y tiene todos
los hilos del mundo en sus manos? Ese es un dios primitivo de algún viejo
testamento: dice el sacerdote Jesuita. La realidad es que la vida es frágil,
pende de un hilo y a cada instante estamos expuestos al sufrimiento, a la
muerte, no somos eternos, algún día de algo tendremos que morir.
El
mal es una amenaza de muerte, de dolor, de destrucción y sufrimiento, pero si
el mal existe es como resultado de la libertad que goza el ser humano, está,
por el poder de libre albedrio que
recibimos de Dios, al grado de que si queremos, podemos hacer del mal un estilo
de vida. Dios creó al mundo si, pero lo hizo autónomo para que funcione con sus
propias leyes, lo mismo hizo con la naturaleza.
¿Dónde
está Dios cuando sucede una desgracia? Dios está en los ahorcados, en los
acribillados y en todas las violaciones, injusticias e inhumanidades de este
mundo, Dios está sufriendo con nosotros, soportando con nosotros,
acompañándonos en la lucha contra el mal.
Pero
¿Cómo entender la presencia de Dios en el mundo actual? En primer lugar no es
alguien que intervenga ni manipule, el Dios de la verdad es un Padre Bueno que
crea seres libres, esto a veces, es lo más difícil de comprender; aceptar
nuestra propia responsabilidad.
Dios
se juega la vida con nosotros, es un Dios que se pone en nuestras manos, es el
Todopoderoso que se despoja de su poder a
favor del libre albedrío del mundo y de las personas. Dios retrocede para que la persona ejerza su
libertad.
Tenemos
que cambiar de imagen de Dios y de idea de espiritualidad. Dejar de pensar en
el Dios que hace todo en el mundo, y pensar en un Dios que crea nuestro
interior, que le da sentido y orientación a nuestra vida. Que no toma el mando
de las cosas ni sustituye nuestra libertad. Dios no nos soluciona nada, pero
nos acompaña siempre.
Esta
es la base de la verdadera espiritualidad. Dios se acerca a nosotros, lucha a
nuestro lado contra el mal y contra el sufrimiento, contra lo que nos destruye,
contra la inseguridad. El siempre mantiene su condición de Amor Creador, que
construye, que sostiene, que alienta, que impulsa y que acompaña: pero nunca
nos infantiliza, siempre nos invita a asumir la libertad y la responsabilidad.
Al terminar de leerlo, se disiparon mis dudas.
Antonieta
B. de De Hoyos octubre
10/12
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