sábado, 23 de junio de 2012


¡La dignidad tiene memoria!.

A veces es bueno recordar, y son esos recuerdos los que traen a mi memoria las sabias palabras de mi madre. Desde muy niña hasta la edad adulta, ella fue mi paño de lágrimas, era la única persona a la que confiaba mis dudas y contrariedades. A veces el problema se presentaba con una amiguita, con las compañeras de trabajo, con el galán en turno; tiempo después fue con el esposo y los hijos.

Como nuestras casas quedaban a cuatro cuadras de distancia, tenía la oportunidad de visitarla cada vez que algo me acongojaba, aunque si he de ser franca no siempre estuvo de acuerdo conmigo y era entonces cuando me aconsejaba pedir perdón. Su espíritu de justicia era inflexible, pero…, cuando alguien abusaba de mi bondad y me hería profundamente me decía con firmeza: “perdona pero no olvides, porque la dignidad tiene memoria”.

Pasados los años me relacioné con mucha gente que pensaba diferente a mí, nada parecido a como mi madre me había educado. Estas personas trataron de convencerme de que para perdonar de corazón, primero debería olvidarse la ofensa recibida, no pude obedecerlas, porque las palabras de mi madre las llevo impresas. Mamá me  enseñó que para alcanzar la madurez y la perfección había que tener muy presentes los errores cometidos, solo así no se caería de nueva cuenta en ellos. Fueron bastantes las ocasiones en que me recomendó que nunca, por más que amara a una persona, le permitiera un abuso y que de pasar por ese difícil trance, me retirara, perdonara, pero no olvidara…! ya que la dignidad tiene memoria!.

Hoy estamos a punto de celebrar las elecciones presidenciales, los coahuilenses estamos dolidos por los abusos de administraciones pasadas, estamos endeudados, con una economía raquítica, unos impuestos imposibles de pagar y un futuro incierto. Por eso me asombra que los medios de comunicación local, estatal y federal, proclamen y afirmen que  aquí, en esta tierra de hombres y mujeres valientes, queremos más de lo mismo.

Soy una mujer adulta, mi padre fue un político como pocos, honrado a carta cabal y fiel hasta la muerte a su partido. Estoy segura de que si viviera, se volvería a morir de la pena.

¿Por quién votaré? aun no lo sé. La guerra partidista no es sucia, es putrefacta, mas debo cumplir con mi obligación ciudadana. Pido al Creador su iluminación para mí y mis coterráneos, para que sepamos elegir al hombre o a la mujer que nos ayude a salir del atolladero. Los coahuilenses somos personas dignas y por lo mismo, tenemos memoria.

Antonieta B. de De Hoyos.                               Junio 20/2012

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