¡La dignidad tiene memoria!.
A veces es bueno recordar, y son esos recuerdos los que
traen a mi memoria las sabias palabras de mi madre. Desde muy niña hasta la
edad adulta, ella fue mi paño de lágrimas, era la única persona a la que
confiaba mis dudas y contrariedades. A veces el problema se presentaba con una
amiguita, con las compañeras de trabajo, con el galán en turno; tiempo después
fue con el esposo y los hijos.
Como nuestras casas quedaban a cuatro cuadras de
distancia, tenía la oportunidad de visitarla cada vez que algo me acongojaba,
aunque si he de ser franca no siempre estuvo de acuerdo conmigo y era entonces
cuando me aconsejaba pedir perdón. Su espíritu de justicia era inflexible,
pero…, cuando alguien abusaba de mi bondad y me hería profundamente me decía
con firmeza: “perdona pero no olvides, porque la dignidad tiene memoria”.
Pasados los años me relacioné con mucha gente que pensaba
diferente a mí, nada parecido a como mi madre me había educado. Estas personas
trataron de convencerme de que para perdonar de corazón, primero debería
olvidarse la ofensa recibida, no pude obedecerlas, porque las palabras de mi
madre las llevo impresas. Mamá me enseñó
que para alcanzar la madurez y la perfección había que tener muy presentes los
errores cometidos, solo así no se caería de nueva cuenta en ellos. Fueron
bastantes las ocasiones en que me recomendó que nunca, por más que amara a una
persona, le permitiera un abuso y que de pasar por ese difícil trance, me
retirara, perdonara, pero no olvidara…! ya que la dignidad tiene memoria!.
Hoy estamos a punto de celebrar las elecciones
presidenciales, los coahuilenses estamos dolidos por los abusos de
administraciones pasadas, estamos endeudados, con una economía raquítica, unos
impuestos imposibles de pagar y un futuro incierto. Por eso me asombra que los
medios de comunicación local, estatal y federal, proclamen y afirmen que aquí, en esta tierra de hombres y mujeres
valientes, queremos más de lo mismo.
Soy una mujer adulta, mi padre fue un político como
pocos, honrado a carta cabal y fiel hasta la muerte a su partido. Estoy segura
de que si viviera, se volvería a morir de la pena.
¿Por quién votaré? aun no lo sé. La guerra partidista no
es sucia, es putrefacta, mas debo cumplir con mi obligación ciudadana. Pido al
Creador su iluminación para mí y mis coterráneos, para que sepamos elegir al
hombre o a la mujer que nos ayude a salir del atolladero. Los coahuilenses
somos personas dignas y por lo mismo, tenemos memoria.
Antonieta B. de De Hoyos. Junio 20/2012
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