martes, 19 de noviembre de 2013

A veces si se ameritan, las devoluciones.
Debido a la insistencia, después de varias semanas acepté ir al cine. Estaba en cartelera la multipublicitada película que protagoniza, el conocido comediante Eugenio Derbez.  Hago la aclaración de que no soy su admiradora y creo que a muchas personas como a mí, no nos divierte el albur, los chistes de doble sentido, el sarcasmo, ni la discriminación, emociones que entristecen el alma y dificultan la sana convivencia. A veces para combatir el aburrimiento, he visto algunos de sus programas, pero desconozco por completo su trayectoria artística.
Cuando me di cuenta de la enorme difusión y cualidades que se le habían  otorgado, busqué su resumen en el internet; pero no encontré nada excepcional, era una historia ya  muchas veces contada en diferentes épocas.  
Clásico, un padre violento que maltrata a su hijo durante la infancia, y le provoca traumas que le marcan de por vida. Una turista norteamericana, frívola, de esas que llegan a las playas a dar rienda suelta a sus instintos. Derbez encarna a un gigoló. Una de ellas se embaraza y meses después le viene a dejar al acapulqueño, el producto de aquel desenfreno.  Las escenas que muestran cómo va creciendo la niña son divertidas, pero fantasiosas, las situaciones cómicas que presenta evocan sus programas televisados en el pasado. Después de ocho años de abandono, la madre regresa para recuperar a su hija y gracias a la nobleza del juez la niña se queda con su padre, aunque en lo económico no supere a la exitosa señora.
Hubo varias escenas que me parecieron intrascendentes y hasta innecesarias. Por ejemplo: cuando la moderna mamá le presenta a la niña una mujer, como su nueva pareja. La actuación de la pequeña mostrando su descontrol ante este hecho inesperado, es de primera. Otra escena fuera de contexto, fue mostrar a las cámaras un trasero velludo y sangrante, del mismo tono que acostumbra Derbez en su personaje de diablito.
Actualizan la trama usando el examen de moda ADN, para comprobar que el no es el  papá. Percibo en esta película una generalización de acciones que dañan la imagen femenina, de manera directa a la sociedad norteamericana.
Padre e hija  regresan a Acapulco, donde les esperan los amigos de siempre, entre ellos un hombre maduro, que en la vida real no es actor y sufre una discapacidad, característica que aprovechan en la filmación para hacer reír, pero que en realidad provoca indignación entre los asistentes.  
Total la niña muere sin que se sepa de qué en brazos del que creyó su padre. La gente se conmueve gracias al carisma de la niña, el resto de los actores son poco convincentes.
En lo personal yo si quiero la “devolución” del costo de mi boleto, porque este fue un fraude mediático, una  publicidad engañosa, a la que tristemente nos hemos ido acostumbrando.     
Antonieta B. de De Hoyos             Oct/23/13

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